viernes, 7 de febrero de 2014

Tu felicidad no es verdadera felicidad; sólo una infelicidad oculta.

Tu amor no es amor sino sólo una máscara del odio que sientes. Tu compasión no es sino ira, cultivada, sofisticada, educada, civilizada, pero tu compasión no es sino ira. Tu sensibilidad no es verdadera sensibilidad, sino un simple ejercicio mental, la práctica de cierta actitud y de cierto enfoque.

Recuérdalo: se educa a la humanidad con la idea de que se puede practicar la virtud, que se puede practicar la bondad, que se puede aprender a ser feliz, que se puede llegar a ser feliz, que está a tu alcance crear cierto carácter que te traerá la felicidad. Y es todo falso, completamente falso.

Lo primero que hay que comprender es que la felicidad no se puede practicar. Sólo se puede permitir, porque no es algo que tú creas. Crees lo que crees, será más pequeño que tú, mucho más pequeño que tú. Lo que tú crees no puede ser más grande que tú. La pintura no puede ser más grande que el pintor, ni la poesía más grande que el poeta. Tu canción será más pequeña que tú.

Si practicas la felicidad tú siempre estarás detrás, con todas tus estupideces, con los viajes de tu ego, con tu ignorancia, con tu caos mental. Con esa mente caótica no puedes crear un cosmos, no puedes crear la gracia. La gracia siempre desciende del más allá; hay que recibirla como un don, con enorme confianza, con una entrega total. La verdadera felicidad se da en un estado de dejarse llevar.

Pero nos han dicho que tenemos que triunfar, que ser ambiciosos. Se ha adiestrado nuestra mente para que sea la del triunfador. La educación, la cultura, la religión, todo está basado en esa idea de que la persona tiene que ser ambiciosa; sólo el ambicioso se realizará. Jamás ha ocurrido ni ocurrirá, pero la ignorancia es tan profunda que seguimos creyéndonos esas tonterías.

Ninguna persona ambiciosa ha sido jamás feliz; aún más: el
ambicioso es el más infeliz del mundo.

Osho

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