domingo, 30 de marzo de 2014

NADIE LE DUELE EL AMOR, NUNCA

Y si te parece que el amor te ha hecho daño, la que se siente dolida no es tu capacidad de amar, sino otra cosa. Si no te das cuenta de eso, seguirás caminando en círculos continuamente. Probablemente eso que denominas amor oculta en tu interior muchas cosas carentes de amor; la mente humana es muy astuta cuando se trata de engañar a los demás y también a sí misma. La mente pone etiquetas bonitas a cosas feas, intenta tapar tus heridas con flores. Esta es una de las primeras cuestiones en la que tienes que profundizar si quieres entender qué es el amor. El “amor” tal como se utiliza habitualmente el término, no es amor; es deseo. Y el deseo sin duda te hará daño, porque desear a alguien como si fuera un objeto supone ofender a esa persona. Es un insulto, es violento. Si te diriges a otra persona con deseo, ¿durante cuánto tiempo podrás fingir que es amor?

Superficialmente parecerá amor, pero rasca un poco y verás como debajo se oculta el mero deseo. El deseo es un impulso animal. Contemplar a alguien con deseo supone insultarlo, humillarlo, reducir a la otra persona a una cosa, a un objeto. Nadie quiere ser utilizado; es lo peor que puedes hacerle a alguien. No hay nadie que sea una cosa, no hay nadie que sea un medio para alcanzar un fin. Esta es la diferencia entre deseo y amor. El deseo utiliza a la otra persona para colmar sus apetitos. Te limitas a utilizar a la otra persona y cuando ya has terminado de utilizarla, la tiras. Ya no te sirve, ha cumplido su función. Este es el acto más inmoral que se comete en la existencia: utilizar a los demás como un medio.

El amor es justo lo contrario: supone respetar a la otra persona como un fin en sí misma. Cuando se ama a otra persona como un fin en sí misma, no hay dolor; te sientes enriquecido a través de esa experiencia. El amor enriquece a todas las personas. En segundo lugar, el amor solo puede ser verdadero si tras él no se oculta el ego; de lo contrario, se convierte en un mecanismo del ego. Es una forma sutil de dominar. Hay que ser muy consciente de ello, porque ese deseo de dominar está profundamente arraigado. Nunca se presenta desnudo, siempre se oculta bajo maravillosos ropajes, engalanado.

Los padres nunca dicen que los niños son sus posesiones, nunca dicen que quieren dominar a sus hijos, pero en realidad, eso es lo que hacen. Dicen que quieren ayudarles, dicen que quieren que sean inteligentes, que estén sanos, que sean dichosos, pero —y ese es un gran “pero”—, tiene que ser de acuerdo con sus ideas. Incluso la felicidad de los niños debe decidirse de acuerdo con las ideas de los padres; los niños tienen que ser felices de acuerdo con las expectativas de los padres. Los niños tienen que ser inteligentes, pero al mismo tiempo deben ser obedientes. ¡Es pedir lo imposible! La persona inteligente no puede ser obediente, ya que la persona obediente tiene que perder parte de su inteligencia. La inteligencia solo puede decir sí cuando está profundamente de acuerdo contigo. Yo no puedo decirte sí solo porque seas mayor que yo, porque tengas más poder, porque seas autoritario — un padre, una madre, un sacerdote, un político. Yo no puedo decir sí solo por la autoridad de la que gozas. La inteligencia es rebelde, y ningún padre quiere que sus hijos sean rebeldes. La rebelión irá en contra de su deseo solapado de dominar.

Osho

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