Un niño es sencillo, pero no te vuelvas
un niño, vuélvete
maduro. Por supuesto, cuando te vuelves
absolutamente maduro, de nuevo se produce la semilla de la infancia, pero es
cualitativamente diferente. Un sabio es un niño, pero no es infantil. El sabio
ha recobrado la flor, la fragancia, la novedad de un niño, pero también hay una
profunda diferencia: un niño tiene muchas cosas reprimidas en él, y cada vez
que se le de una oportunidad saldrá el sexo, saldrá la ira, entrará en el
mundo, se apegará y se perderá; tiene esas semillas en su interior. El
sabio no tiene semillas, no puede perderse. ¡No puede perderse porque ya no
existe! No lleva nada en su interior.
Osho
Osho
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