jueves, 9 de enero de 2014

El ego es el mayor de los sueños.

Lo que pasa es lo siguiente: estás soñando, y si el sueño llega a la culminación, se
destruye. Siempre ocurre lo mismo, que cuando un sueño llega al punto culminante, se
destruye. ¿Y cuál es el punto culminante de un sueño? El punto culminante de un sueño
llega cuando se tiene la sensación de que es real. Tienes la sensación de que es real, no
un sueño, y continúas con él hasta que el sueño se hace casi realidad. Nunca puede
llegar a ser realidad, sino casi real.

Se aproxima tanto a la realidad que no puedes ir más lejos, porque con dar un
paso más el sueño sería real, y no puede serlo porque es un sueño. Cuando se acerca
tanto a la realidad, te despiertas, con el sueño hecho añicos. Lo mismo ocurre con los
demás engaños.

El ego es el mayor de los sueños. Tiene su belleza, su agonía. Tiene su éxtasis, su
agonía. Tiene su cielo y su infierno, porque ambos están allí. Los sueños son hermosos
unas veces y otros son pesadillas, pero en ambos casos son sueños.

Por eso os digo que no despertéis de vuestro sueño antes de que llegue el
momento. No; jamás hagáis nada antes de que llegue el momento. Dejad que las cosas
se desarrollen, que lleguen a su momento, para que todo ocurra de forma natural.
El ego desaparecerá. Puede disolverse por sí solo. Siempre y cuando dejéis que se
desarrolle y lo ayudéis a desarrollarse, no habrá necesidad de que vosotros os libréis de
él.

Se trata de algo muy profundo. Si renuncias a él, el ego sigue dentro de ti. ¿Quién
renunciará a él? Si piensas que tú renunciarás a él, tú eres el ego... de modo que
renuncies a lo que renuncies, no será lo real. Lo real continuará y tú te habrás librado
de otra cosa.

No puedes privarte del ego.
¿Quién lo hará? Es algo que ocurre, no algo que se hace. Te adentras en tu ego y
llega un momento en el que todo resulta tan terrible que el sueño se deshace. Y de
repente lo comprendes: el ganso está fuera, nunca ha estado dentro de la botella.
Nunca has sido un ego. Era simplemente un sueño que te rodeaba. Sí, un sueño
necesario, y no hay que condenarlo, porque necesariamente formaba parte del
desarrollo.

En la vida todo es necesario. Nada es innecesario, nada puede ser innecesario. Todo
cuanto ha ocurrido tenía que ocurrir. Todo cuanto está ocurriendo ocurre por ciertas
causas, muy profundas. Se necesita para mantener el engaño. Es como un capullo que
te ayuda, que te protege, que te ayuda a sobrevivir. No hace falta permanecer dentro
del capullo para siempre. Cuando estés preparado, rompe el capullo y sal.
El ego es como la cáscara del huevo y te protege, pero cuando estés preparado,
rómpela, sal del cascarón. El ego es el cascarón, pero espera. Precipitarse no te servirá
de mucha ayuda, no te servirán las prisas; quizá te entorpezcan. Deja pasar tiempo y no
lo condenes porque, ¿quién lo condenará?

Ve a ver a los llamados santos, que hablan de humildad y modestia, y mírales a
los ojos. No encontrarás un ego tan refinado en ninguna otra persona. Su ego ha
adoptado la vestimenta de la religión, el yoga, la santidad, pero allí sigue. Quizá no
estén acumulando riquezas, sino acumulando seguidores, porque la moneda ha
cambiado y cuentan con muchos seguidores...

Quizá no anden en pos de las cosas de este mundo, sino del otro mundo, pero al fin
y al cabo, los dos son mundos. Y pueden ser incluso más codiciosos, porque dicen que
las cosas temporales, las cosas momentáneas de este mundo son placeres fugaces... y
ellos desean los placeres eternos.

Tienen una codicia suprema. Los placeres momentáneos no los satisfacen. Ellos
desean los placeres eternos. A menos que algo sea eterno no se sienten complacidos.
Su codicia llega a lo más profundo, es absoluta, y la codicia es propia del ego.
La codicia es el hambre del ego. Por eso, a veces los santos son más egoístas que
los pecadores y están mucho más alejados de lo divino. Y a veces los pecadores pueden
llegar al dios más fácilmente que los llamados santos, porque el ego supone una barrera.
Según mi experiencia, los pecadores pueden librarse del ego más fácilmente que los
santos, porque los pecadores nunca han estado en contra del ego. Lo han alimentado,
han disfrutado de él, han vivido completamente con él, mientras que los santos siempre
han luchado contra él y nunca lo han dejado madurar.

De modo que mi actitud es la siguiente: hay que perder el ego, pero quizá haya
que esperar mucho, y solo se perderá si antes se cultiva. En eso reside la dificultad del
fenómeno, porque la mente dice: si tenemos que abandonarlo, ¿por qué cultivarlo? La
mente dice: si tenemos que destruirlo, ¿por qué crearlo?

Si haces caso a la mente tendrás problemas. Como la mente es siempre lógica y la
vida siempre ilógica, nunca coinciden. Se trata de simple lógica, de simples matemáticas,
que si vas a destruir una casa, ¿por qué construirla? ¿Por qué tomarse la molestia? ¿Por
qué tantos esfuerzos y pérdida de tiempo y energías? Si la casa aún no está ahí, ¿por
qué construirla para después destruirla? La cuestión no es la casa; la cuestión eres tú.

Al construir la casa, cambiarás, y al destruir la casa cambiarás por completo, no
serás el mismo... porque crear la casa, ese proceso, supondrá desarrollarte. Después,
cuando la casa está terminada, la derribas. Eso significará una transformación.
La mente es lógica y la vida dialéctica. La mente sigue una línea simple, y la
mente siempre salta de un extremo a otro, de una cosa a la opuesta.

Osho

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