sábado, 11 de enero de 2014

La verdad está en ti, y es en tu interior donde has de encontrarla.

Hay tres tus en ti.

En ti hay tres tus: el primero, que es la personalidad. Este término procede del
griego persona. En la tragedia griega se utilizaban máscaras, y la voz salía de detrás de
la máscara. Sona significa «voz», «sonido», y per, «a través de la máscara». No se conoce
la cara real, quién es el actor. Está la máscara, y por ella sale la voz. Parece que viene de
la máscara, y no se ve la cara real. La palabra «personalidad» es muy hermosa, y
procede de la tragedia griega.

Y eso es lo que ha ocurrido. En la tragedia griega solo había una máscara. Tú
tienes muchas, una sobre otra, como las capas de una cebolla. Si te quitas una
máscara tienes otra, y si te quitas esa tienes otra. Y si sigues escarbando, te
sorprenderá cuántas caras llevas. ¡Un montón! Llevas varias vidas coleccionándolas, y
todas te resultan útiles, porque tienes que cambiarlas muchas veces.
Si hablas con tu criado no puedes ponerte la misma cara que cuando hablas con tu
jefe. Y quizá estén los dos en la misma habitación, pero cuando miras al criado tienes
que utilizar una máscara y otra cuando miras a tu jefe. Cambias continuamente. Se ha
convertido en algo casi automático; no hace falta que tú cambies, se cambia por sí
solo. Cuando miras a tu jefe sonríes. Después miras al criado, tu sonrisa desaparece y
adoptas una expresión dura, tan dura como la que te muestra tu jefe. Cuando él mira a
su jefe, sonríe.

Puedes cambiar de cara muchas veces en cuestión de segundos. Hay que estar muy
alerta para darse cuenta de las múltiples caras que tenemos: innumerables,
incontables.

Ese es el primer tú, el tú falso, que también puede llamarse el ego. Te lo ha dado la
sociedad, es un regalo de la sociedad, de los políticos, los sacerdotes, los padres y los
pedagogos. Te han dotado de múltiples caras para facilitar tu vida. Te han arrebatado la
verdad y te han dado un sustituto, y a causa de esas caras sustituibles no sabes quién
eres. No puedes saberlo, porque las caras son tantas y cambian con tal rapidez que no
puedes fiarte ni de ti mismo. No sabes exactamente qué cara es la tuya. En realidad,
ninguna de esas caras son la tuya.
Y el zen dice: «A menos que conozcas tu cara original no sabrás qué es Buda».
Porque Buda es tu cara original.
Naciste como un Buda y estás viviendo en la mentira.
Has de abandonar ese legado social. 
Eres cristiano, hindú o musulmán, y tienes que abandonar esa cara, esa careta, porque
no es la tuya, sino que te la han dado los demás y te han condicionado con ella; A ti no
te preguntaron nada, no te pidieron permiso; te la impusieron por la fuerza, con
violencia.

Todos los padres y los sistemas educativos son violentos, porque no te tienen en
cuenta. Tienen ideas preconcebidas, saben qué es lo bueno y lo malo, y te lo imponen.
Ya puedes gritar y revolverte; estas desvalido. El niño está tan desvalido y es tan
delicado que lo pueden moldear. Y eso es lo que hace la sociedad. Antes de que el niño se
haya fortalecido lo suficiente, ya tiene mil y un traumas; está paralizado, envenenado.
Cuando quieras ser religioso tendrás que abandonar todas las religiones. Cuando
quieras relacionarte con Dios tendrás que abandonar todas las ideologías sobre Dios.
Cuando quieras saber quién eres, tendrás que abandonar todas las respuestas que te
han dado. Tienes que quemar todo lo que te han prestado.
Por eso se ha definido el zen de la siguiente manera: «Dirigido directamente al
corazón humano. Ver la naturaleza y transformarse en un Buda. No apoyarse en las
letras. Una transmisión distinta, aparte de las escrituras».

Una transmisión distinta, aparte de las escrituras; es decir, que ni el Corán ni el
Dhammapada, ni la Biblia ni el Talmud ni el Gita te la pueden proporcionar. Ninguna de
las escrituras sagradas te lo puede dar, y si crees en esas escrituras no alcanzarás la
verdad.

La verdad está en ti, y es en tu interior donde has de encontrarla. «Ver la
naturaleza y transformarse en Buda. Dirigido directamente al corazón humano.» No
tienes que ir a ninguna parte. Y, como vayas a donde vayas, seguirás siendo el mismo,
¿qué sentido tiene? Puedes ir al Himalaya, y con eso no cambiará nada, porque te
llevarás todo lo que tienes, todo lo que eres, todo en lo que te han convertido, lo llevarás
contigo, artificialmente. Tus caras artificiales, los conocimientos que te han prestado, las
escrituras, todo seguirá aferrado a ti. Incluso si te sientas a solas en una cueva del
Himalaya no estarás a solas. Te rodearán los profesores, los sacerdotes, los políticos, tus
padres, la sociedad entera. Quizá no lo veas, pero todos estarán allí, a tu alrededor. Y
seguirás siendo cristiano, hindú o musulmán, y seguirás repitiendo palabras como un
loro. Nada cambiará, porque así nada puede cambiar.

Osho

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