sábado, 25 de enero de 2014

«Existe el placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo».

Este momento lo es todo.  Ahora es el único tiempo y aquí es el único espacio. Y de repente el cielo desciende sobre ti. Eso es la dicha. Eso es la verdadera felicidad.

Busca la dicha; es tu derecho inalienable. No sigas perdido en la jungla de los placeres; elévate un poco. Ve en busca de la felicidad y después de la dicha. El placer es animal; la felicidad es humana; la dicha, divina. El placer te ata, es una esclavitud, te encadena. La felicidad te afloja un poco la cuerda, te da un poco de libertad, pero sólo un poco. La dicha es la libertad absoluta. Empiezas a avanzar hacia arriba; te da alas.

Dejas de formar parte de la grosera tierra; pasas a formar parte del cielo. Te conviertes en luz, en alegría.  El placer depende de los demás. La felicidad no depende de otros, pero de todos modos es algo distinto de ti. La dicha no depende de nada, ni es nada distinto de ti; es tu ser mismo, es tu naturaleza misma.

Buda Gautama dice: «Existe el placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo».

Medita sobre esto lo más profundamente posible, porque contiene una de las verdades más fundamentales. Hay que comprender estas cuatro palabras, reflexionar sobre ellas. La primera es placer; la segunda, felicidad; la tercera, alegría, y la cuarta es dicha.

El placer es algo físico, fisiológico. El placer es lo superficial de la vida, la excitación. Puede ser sexual o de otros sentidos; puede convertirse en obsesión con la comida, pero está arraigado en el cuerpo.

El cuerpo es tu periferia, tu circunferencia, no tu centro. Y vivir en la circunferencia significa vivir a merced de toda clase de cosas que suceden a tu alrededor. Quien busque el placer quedará a merced de la casualidad.  Ocurre como con las olas del mar: están a merced de los vientos. Cuando soplan vientos fuertes, aparecen las olas; cuando desaparecen los vientos, desaparecen las olas. No tienen una existencia independiente, son dependientes, y todo lo que depende de algo exterior supone esclavitud.

El placer depende del otro. Si amas a una mujer, si ése es tu placer, esa mujer se convierte en tu dueña. Si amas a un hombre, si ése es tu placer y te sientes desgraciada y desesperada sin él, has creado tu propia esclavitud. Has creado una prisión; ya no eres libre. Si vas en pos del dinero y del poder, dependerás del dinero y del poder. Quien se dedica a acumular dinero, si su placer consiste en tener cada día más dinero, será cada día más desgraciado, porque cuanto más tiene, más quiere, y cuanto más tiene, más miedo tiene de perderlo.

Es una espada de doble filo: querer más es el primer filo de la espada. Cuanto más exiges, cuanto más deseas, cuanto más sientes que te falta algo, más vacío y hueco te sientes. Y el otro filo de la espada es que cuanto más tienes, más temes que te lo quiten. Te lo pueden robar.

El banco puede ir a la bancarrota, puede cambiar la situación política del país, hacerse comunista... Hay mil cosas de las que depende tu dinero. Tu dinero no te hace amo, sino esclavo.

Osho

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