viernes, 17 de enero de 2014

También inviertes en tus sufrimientos...¿No puedes concebir una vida sin un «¿por qué?

Observa una cosa. Cuando desaparece un problema, fíjate: el verdadero problema irá a parar inmediatamente a otra cosa. Es como la serpiente que se desprende sin cesar de la vieja piel, pero la serpiente sigue existiendo. [El «¿por qué?» es la serpiente. Así era cuando llorabas.

Ahora has dejado de llorar; ríes. La serpiente se ha desprendido de la piel vieja. Ahora el problema es: «¿Por qué?». ¿No puedes concebir una vida sin un «¿por qué?».] ¿Por qué haces de la vida un problema? La vida es tan inmensamente hermosa...  ¿Por qué no vivirla ahora mismo? Llorar es un gesto de vida. También reír es un gesto de vida. A veces estás triste. Es un gesto de vida, un estado de ánimo. Hermoso. A veces eres feliz, estás desbordante de alegría, bailando. También eso es bueno y hermoso.

Ocurra lo que ocurra, acógelo y quédate con ello, y poco a poco comprobarás que te has librado de la costumbre de hacer preguntas y de crearle problemas a la vida.

Y cuando no creas problemas, la vida desvela todos sus misterios. Nunca se desvela ante una persona que no para de hacer preguntas. La vida está dispuesta a abrírsete si no la conviertes en un problema. Si creas problemas, el mismo hecho de crear problemas te cierra los ojos. Te vuelves agresivo con la vida.

En eso consiste la diferencia entre el logro científico y el logro religioso. El científico es como un hombre agresivo, que intenta arrancarle verdades a la vida, que obliga a la vida a entregar verdades... casi a punta de pistola, con violencia. El religioso no apunta a la vida con una pistola, haciéndole preguntas.

El hombre religioso simplemente se relaja con la vida, flota con ella, y la vida revela muchas cosas al religioso, pero no se las revela al científico. El científico siempre andará recogiendo las migas que han quedado en la mesa. Nunca será invitado al banquete.

Quienes viven la vida, la acogen, la aceptan con alegría, sin preguntas, con confianza, esos son los invitados.

Osho

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