sábado, 14 de diciembre de 2013

A menos que surja cierta experiencia en tu interior, una experiencia vital que transforme tu ser y vuelva a hacerte joven, vivo, nada tendrá ningún valor.

Un periodista intentaba sacarle una historia de interés humano a un hombre viejisimo de un asilo de ancianos financiado por el estado.

—A ver, abuelo —dijo el periodista jovialmente—. ¿Qué pensaría si de repente le
llegara una carta diciendo que un familiar lejano le ha dejado en herencia cinco millones
de dólares?
—Mira, hijo —respondió lentamente el anciano—. Seguiría teniendo noventa y
cuatro años.

¿LO ENTIENDES? LO QUE DICE EL ANCIANO ES: «Tengo noventa y cuatro años. Si
me veo con cinco millones de dólares, ¿qué voy a hacer con ellos? Seguiría teniendo
noventa y cuatro años».

Lo que dice Buda, lo que dice Mahavira, lo que dice Jesucristo no sirve de nada.
Estás muerto de frío, o tienes noventa y cuatro años. Incluso si te meten en la cabeza
todos los conocimientos del mundo, no te servirá de nada; seguirás muerto de frío o
tendrás noventa y cuatro años. A menos que surja cierta experiencia en tu interior, una
experiencia vital que transforme tu ser y vuelva a hacerte joven, vivo, nada tendrá
ningún valor.

De modo que no preguntes a los demás. Esa es la primera lección que hay que
aprender, que hay que preguntarse a uno mismo. Y también hay que recordar otra cosa:
evitar esas respuestas, porque las respuestas ya están dadas, ya las han dado otras
personas. Eres tú quien plantea la pregunta, de modo que ninguna respuesta que te dé
otra persona te servirá de ayuda.

Tú planteas la pregunta, y la respuesta también tiene que venir de ti.
Digamos que Buda ha bebido y está contento, que Jesucristo ha bebido y está como
en éxtasis. Yo también he bebido, pero ¿cómo puedo contribuir a saciar tu sed? Tú, tú
mismo tendrás que beber.

Osho

No hay comentarios:

Publicar un comentario