sábado, 14 de diciembre de 2013

sé total y olvídate de ser perfecto.

No hay que preocuparse por la perfección. Es mejor sustituir la palabra «perfección»
por «totalidad». No hay que pensar en ser perfecto, sino en ser total.
La totalidad te proporcionará una dimensión diferente.

En eso consisten mis enseñanzas: sé total y olvídate de ser perfecto. Hagas lo que
hagas, hazlo totalmente; no perfecta, sino totalmente. ¿Cuál es la diferencia? Cuando
estás enfadado, el perfeccionista dirá: «No está bien enfadarse. La persona perfecta
nunca se enfada». Eso es una tontería, porque sabemos que Jesús estaba enfadado.

Estaba realmente enfadado con la religión tradicional, con los sacerdotes, con los
rabinos, tanto que sin la ayuda de nadie expulsó a los mercaderes del templo, látigo en
mano. Gritaba tanto y su furia era tan intensa, tan apasionada, que todos se asustaron.
No es simple coincidencia que el pueblo en cuyo seno nació fuera el que lo mató.
Estaba realmente furioso y se rebeló.

Recuerda que el perfeccionista dirá: «No te enfades». ¿Y qué haces entonces?
Reprimir tu furia, tragártela, y así se convertirá en un lento envenenamiento de tu ser.
Serás capaz de reprimirla pero entonces te convertirás en una persona colérica, y eso sí
es malo. Un estallido de cólera de vez en cuando tiene su propia función, su propia
belleza, su humanidad. Una persona incapaz de enfadarse no tiene entrañas, no tiene
carácter.

Una persona incapaz de enfadarse tampoco podrá amar, porque para ambas cosas
hace falta pasión, y es la misma pasión. La persona incapaz de odiar tampoco podrá
amar; ambas cosas van unidas. Su amor será frío. Y debemos recordar que más vale un
odio cálido que un amor frío. Al menos es humano, tiene intensidad, tiene vida, respira.

Y quien ha perdido la pasión será una persona sosa, anquilosada, como muerta, y
toda su vida será pura cólera. No la expresará, sino que seguirá reprimiéndola. La
cólera se irá acumulando, una capa sobre otra, hasta que simplemente sea una persona
colérica. No hay más que ver a los llamados mahatmas y santos: son personas coléricas.
Creen haber controlado su cólera, pero ¿qué se puede hacer con una cólera controlada?
Tragársela. Y entonces, ¿adonde va a parar? Es algo tuyo, forma parte de ti, y en ti
seguirá, sin expresión.

Siempre que se expresa la cólera, te libras de ella, y tras la cólera puedes volver a
sentir compasión. Una vez calmadas la cólera y la tormenta, puedes volver a sentir el
silencio del amor. Existe un ritmo entre el odio y el amor, la cólera y la compasión. Si
renuncias a uno de ellos, el otro desaparecerá. Y la ironía está en que, renuncies a lo que
renuncies, simplemente te lo tragarás y pasará a formar parte de tu organismo. Te
enfadarás sin razón alguna, de una forma irracional. Se reflejará en tus ojos, en tu
tristeza, en tu expresión sombría y seria. Serás incapaz de disfrutar.

Cuando digo que se debe sustituir la perfección por la totalidad, me refiero a que
cuando te enfades lo hagas totalmente, por completo. Sé cólera, cólera pura. Tiene su
belleza. Y el mundo mejorará cuando aceptemos la cólera como parte de la humanidad,
como parte del juego de las polaridades. No puede existir el este sin el oeste, ni la noche
sin el día, ni el verano sin el invierno.

Hemos de aceptar la vida en su totalidad, porque existe cierto ritmo, cierta
polaridad.

Osho

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