La palabra «ideal» me parece repugnante. Yo no tengo ideales. Los
ideales te vuelven loco, son los ideales lo que han convertido este mundo en un
inmenso manicomio.
El ideal significa que no eres lo que deberías ser. Te crea ansiedad,
tensión, angustia. Te divide, te vuelve esquizofrénico. El ideal está en el
futuro y tú estás aquí. ¿Y
cómo puedes vivir a menos que seas el ideal? En primer lugar, sé el
ideal, y después empieza a vivir, algo que nunca ocurre. No puede ocurrir por la
naturaleza misma de las cosas.
Los ideales son imposibles; por eso mismo son ideales. Te vuelven
loco, te hacen perder la cabeza, y entonces sobreviene la repulsa, porque nunca
llegas a alcanzar el ideal. Entonces surge el sentimiento de culpa. En realidad, eso es lo
que hacen los sacerdotes y los políticos, crear el sentimiento de culpa. Para ello
se valen de los ideales, un mecanismo muy sencillo. Ofrece un ideal y el sentimiento de culpa
surgirá automáticamente.
Si te digo que dos ojos no son suficientes, necesitarás tres ojos,
abrir tu tercer ojo.
Leerás a Lobsang Rampa, que dice que abras tu tercer ojo. Lo intentas
por todos los medios, por aquí y por allá, cabeza abajo, con un mantra... y el tercer ojo no se abre.
Entonces empiezas a sentirte culpable, que si me falta algo, que si no
soy como debería ser... Te deprimes, te frotas el tercer ojo, pero no se abre.
Cuidado con todas esas tonterías. Los dos ojos que poseemos son
maravillosos, e incluso si solo tienes uno, es perfecto. Tienes que aceptarte como
eres. Dios te ha hecho perfecto, no ha dejado nada incompleto en ti. Y si sientes que
hay algo incompleto, forma parte de la perfección. Eres perfectamente
imperfecto. Dios sabe, más que tú, que solo en la imperfección existe el desarrollo, que solo
en la imperfección existe el fluir, que solo en la imperfección algo es
posible. Si fueras perfecto estarías muerto, como una piedra. No ocurriría nada, nada podría
ocurrir.
Osho
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