sábado, 14 de diciembre de 2013

Olvídate de las teorías y presta atención a los hechos.

Un emperador le pidió a un místico sufí que fuera a su corte a orar por
ellos. El místico acudió a la cita, pero se negó a orar. Dijo:

—No puedo hacerlo. ¿Cómo podría rezar por vosotros? —E insistió—: Hay unas
cuantas cosas que hemos de hacer nosotros mismos. Por ejemplo, si quieres hacer el
amor con una mujer, tienes que hacerlo tú, tú mismo. Yo no puedo hacerlo por ti ni en
tu nombre. Si tienes que sonarte la nariz, tienes que hacerlo tú, porque yo no puedo
sonarme la nariz por ti; no serviría de nada. Y es lo mismo con la oración. ¿Cómo puedo
yo orar por nadie? Ora por ti mismo, porque yo también puedo orar por mí mismo.
Cerró los ojos y se sumergió en la oración.

ESO ES LO QUE YO PUEDO HACER. El problema ha desaparecido para mí, pero no ha
desaparecido gracias a la respuesta que me haya dado nadie. Yo no le he preguntado
nada a nadie. Aún más; todo mi esfuerzo ha consistido en no hacer caso a las respuestas
que me han dado los demás con tanta generosidad.

La gente no para de darte consejos. Con los consejos son muy generosos. A lo
mejor no lo son con otras cosas, pero con los consejos son estupendos. Tanto si los
pides como si no, te los dan.

El consejo es lo único que se da en gran cantidad y lo único que no se acepta. Nadie
lo acepta. 

Me han contado que un día estaban dos vagabundos sentados bajo un árbol y uno
le dijo al otro:

—Yo he acabado en este estado por no hacer caso a los consejos de nadie.
Y el otro replicó:
—Amigo, yo he acabado así por haber seguido los consejos de todo el mundo.

Tienes que hacer tu propio viaje. Estás helado; lo sé. Eres desgraciado; lo sé.
La vida es dura; también lo sé. Y no tengo ningún consuelo para ti, ni creo que yo pueda
consolarte, porque todo consuelo se convierte en un aplazamiento. La osa le dice al
osezno: «Sí, tu padre era un oso polar», y durante un rato el osezno intenta no morirse
de frío porque supuestamente los osos polares no pasan frío, pero no le sirve de nada.
Vuelve a preguntar: «Mamá, ¿mi abuelo también era un oso polar?». Intenta saber lo
siguiente: «¿Hay algo en mi herencia que va mal y por eso tengo tanto frío?». Y la madre
contesta: «Sí, tu abuelo también era un oso polar». Vuelve a intentar aplazar el frío, pero
no se puede. Se puede retrasar un poco, pero vuelve.
No se puede rehuir la realidad.

Teorizar tampoco sirve de ayuda. Olvídate de las teorías y presta atención a los
hechos. ¿Te sientes deprimido? Tienes que indagar en la depresión. ¿Estás enfadado?
Tienes que indagar en ese enfado. ¿Sientes deseos sexuales? Pues olvídate de lo que
digan los demás; indaga en tu interior. Es tu vida y tú tienes que vivirla. No pidas nada
prestado, no aceptes nada de segunda mano. Dios ama a las personas de primera
mano. No parece que le gusten las copias. Sé una persona original, individual, sé tú
mismo e indaga en tus problemas.

Y solo puede decirte una cosa: que en tu problema está oculta la solución. El
problema es simplemente una semilla. Si profundizas en él, brotará la solución. Tu
ignorancia es la semilla. Si profundizas en ella, florecerá el conocimiento. El problema
consiste en el frío que sientes, en los escalofríos. Adéntrate en ellos, y surgirá el calor.
En realidad te lo dan todo: la pregunta y la respuesta, el problema y la solución, la
ignorancia y el conocimiento. Solo tienes que mirar en tu interior.

Osho

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