La
moral se ocupa de las buenas cualidades y las malas cualidades. Un hombre es bueno
-según la moral- cuando es honrado, sincero, auténtico, digno de confianza.
El hombre de
conciencia no solo es bueno, es mucho más. Para el hombre bueno, la bondad lo es todo; para el hombre de
conciencia, la bondad es solo un subproducto. En cuanto te haces consciente de
tu propio ser, la bondad te sigue como una sombra. Ya no es necesario hacer
ningún esfuerzo por ser bueno; la bondad se convierte en tu modo de ser. Eres bueno,
como los árboles son verdes.
Pero
el «hombre bueno» no es necesariamente consciente. Su bondad es el resultado de
un gran esfuerzo, está luchando con sus malas cualidades: la tendencia a robar,
la deslealtad, la insinceridad, la violencia. En el hombre bueno siguen existiendo,
solo que reprimidas; pueden hacer erupción en cualquier momento.
El
hombre bueno puede transformarse en un hombre malo con mucha facilidad, sin ningún
esfuerzo... por que todas esas malas
cualidades están ahí, solo que aletargadas, reprimidas basado en el esfuerzo.
Si deja de esforzarse, inmediatamente harán erupción en su vida. Y las buenas
cualidades son solo cultivadas, no naturales. Se ha esforzado mucho por ser
honrado y sincero, por no mentir... pero ha sido un gran esfuerzo y eso cansa.
El
hombre bueno está siempre serio, porque tiene miedo de todas las malas cualidades
que ha reprimido. Y está serio porque en el fondo desea que le honren por su bondad,
que le premien. Lo que anhela es ser respetable.
La mayoría de
los que llamáis santos son solo «hombres buenos».
Solo existe
una manera de trascender del «hombre bueno», y es aportar más conciencia a tu
ser. La conciencia no es algo que se pueda cultivar; está ya ahí, solo hay que despertarla.
Cuando estás totalmente despierto, todo lo que hagas será bueno, y lo que no
hagas es malo.
El
hombre bueno tiene que hacer inmensos esfuerzos para hacer el bien y evitar el mal.
El mal es una tentación constante para él Es una elección: en todo momento debe
elegir el
bien y no elegir el mal. Por ejemplo, un hombre como el mahatma Gandhi... era
un hombre bueno: toda su vida se esforzó por estar en el lado del bien. Pero a
los setenta años de edad todavía tenía sueños sexuales, que le producían mucha
angustia. «En mis horas de vigilia, puedo mantenerme completamente libre del
sexo. Pero ¿qué puedo hacer cuando estoy dormido? Todo lo que reprimo durante
el día vuelve a surgir por la noche.»
Esto
demuestra una cosa: que eso no se ha ido a ninguna parte, que sigue dentro de ti,
aguardando. En cuanto te relajas, en cuanto dejas de hacer esfuerzo -y al
dormir tienes por lo menos que relajarte y dejar de esforzarte por ser bueno-,
todas las malas cualidades que habías estado reprimiendo empezarán a llenar tus
sueños. Tus sueños son tus deseos reprimidos.
El
hombre bueno está en constante conflicto. Su vida no es una vida alegre; no puede
reír cordialmente, no puede cantar, no puede bailar. Está juzgándolo todo constantemente.
Su mente está llena de condenas y juicios. Y como él se esfuerza tanto por ser
bueno, juzga a los demás según los mismos criterios. No puede aceptarte tal
como eres; solo puede aceptarte si cumples sus exigencias de bondad. Y como no
puede aceptar a la gente tal como es, la condena. Todos vuestros santos se hincharon
a condenar a todo el mundo; según ellos, todos sois pecadores.
No
son estas las cualidades del hombre auténticamente religioso. El hombre auténticamente
religioso no tiene juicios ni condenas. Solo sabe una cosa: que ningún acto es bueno y
ninguno es malo... la conciencia es buena y la inconsciencia es mala. El inconsciente puede
incluso hacer algo que a todo el mundo le parece bueno, pero para el hombre
religioso no es bueno. Y puedes hacer algo malo, y todos te condenarán excepto el
hombre religioso.
Él
no puede condenarte, porque no eres consciente; necesitas compasión, no juicio,
no condena.
No
mereces el infierno, nadie merece el infierno.
Cuando
se llega a un punto de absoluta conciencia, ya no es cuestión de elegir...
simplemente,
haces cualquier cosa y es buena. La haces inocentemente, como tu sombra cuando
te sigue, sin esfuerzo. Si tú corres, la sombra corre; si te paras, la sombra
se para...
pero
no hay esfuerzo por parte de la sombra.
Al hombre de
conciencia no se le debe considerar sinónimo de hombre bueno. Es bueno... pero
de un modo muy diferente, desde un ángulo muy diferente. No es bueno porque
esté intentando ser bueno; es bueno porque es consciente. Y en la conciencia, el
mal, lo malo, todas esas palabras condenatorias, desaparecen como desaparece la
oscuridad al llegar la luz.
Osho
No hay comentarios:
Publicar un comentario