miércoles, 23 de octubre de 2013

Ambos son inocentes, el niño y el anciano. Pero sus inocencias tienen una cualidad diferente.

Has tenido miles de nacimientos y miles de muertes. Y los que
puedan ver con claridad lo entenderán incluso más a fondo, como si en cada momento estuviese sucediendo. En todo momento, muere algo de ti y nace algo nuevo dentro de ti. La vida y la muerte no están tan separadas, no están separadas por setenta años. La vida y la muerte son como las dos alas de un pájaro, ocurren simultáneamente. La vida no puede existir sin la muerte y la muerte no puede existir sin la vida.
Obviamente, no son opuestos, son complementarios. Se necesitan el uno al otro para existir, son interdependientes. Son parte de un todo cósmico.

Pero, como el hombre es tan inconsciente, como está tan dormido, es incapaz de ver un hecho tan simple y tan obvio. Basta un poco de conciencia, no demasiada, para darte cuenta de que estás cambiando en todo momento. Un cambio significa que algo está muriendo y algo está renaciendo. El nacimiento y la muerte se convierten en una sola cosa; entonces, la infancia y su inocencia son lo mismo que la vejez y su inocencia.

Hay una diferencia pero no hay oposición. La inocencia del niño es muy pobre, porque es casi sinónimo de ignorancia. El anciano que ha madurado con la edad, que ha atravesado todas las experiencias de oscuridad y luz, de amor y odio, de alegría e infelicidad, que ha madurado en la vida a través de las distintas experiencias, ha llegado a un punto donde ya no participa en ninguna experiencia. Cuando llega la tristeza... él observa. Cuando llega la felicidad... él observa. Se ha convertido en el observador de la colina. En los valles oscuros sucede de todo, pero él permanece en la cima soleada de la montaña, simplemente observando en silencio absoluto.

La inocencia de la vejez es rica. Es rica por las experiencias; es rica por las equivocaciones y por los éxitos; es rica por las acciones correctas y por las acciones incorrectas; es rica por todas las equivocaciones y todos los aciertos; es rica multidimensionalmente Su inocencia no puede ser sinónimo de ignorancia. Su inocencia sólo puede ser sinónimo de sabiduría.

Ambos son inocentes, el niño y el anciano. Pero sus inocencias tienen una cualidad diferente. El niño es inocente porque todavía no ha entrado en la noche oscura del alma; el anciano es inocente... ya ha salido del túnel. Uno está entrando en el túnel y el otro está saliendo de él. Uno va a sufrir mucho y el otro ya ha sufrido bastante. Uno no puede evitar el infierno que le espera por delante; el otro ha dejado el infierno atrás.

Sabiéndolo o sin saberlo, el corazón de todo ser humano está
temblando: te estás haciendo viejo, y después de la vejez viene el temporal, después de la vejez viene la muerte. Te han hecho tener miedo a la muerte desde hace tantos siglos que esta idea se ha quedado arraigada en el fondo de tu inconsciente; corre por tus venas, ha calado tus huesos hasta la médula. La misma palabra te aterroriza, no sabes qué es la muerte, pero tienes miedo por culpa de miles de años con el condicionamiento de que la muerte es el final de tu vida.

Quiero que seas totalmente consciente de que la muerte no es el final. En la existencia nada comienza y nada termina. Fíjate alrededor... la noche no es el final y la mañana no es el principio. La mañana va hacia la noche y la noche va hacia la mañana. Todo está cambiando hacia formas diferentes.  No hay principio ni final.


Osho

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