La religión
siempre es peligrosa.
Es peligrosa porque el terreno es misterioso, irracional. Todo vale, y no hay
forma de juzgarlo. Y hay personas con mentes superfluas, siempre dispuestas a
creer en algo, porque necesitan algún punto de apoyo. Sin creencia se
sienten desarraigadas; necesitan alguien en quien creer, necesitan un lugar
donde puedan sentirse ancladas, arraigadas.
La creencia es
una necesidad muy profundamente arraigada en la gente. ¿Por qué es una
necesidad tan profundamente arraigada? Porque sin creencia todo te parece un
caos; sin creencia no sabes por qué existes; sin creencia no puedes ver ningún
significado en la vida. No parece que tenga sentido alguno. Te sientes como un
accidente, sientes que no hay ninguna razón para que estés aquí. Sin creencia,
surge la pregunta: ¿Por qué existes? ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Adónde
vas? Y no hay ni una sola respuesta; sin creencia no hay respuesta. Uno se
siente como si no tuviera sentido alguno, un accidente en la existencia,
absolutamente innecesario, no indispensable. Te morirás y no le importará a
nadie; todo continuará. Sientes que te falta algo, un contacto con la realidad,
una creencia. Para
eso están las religiones: para proporcionar creencias, porque la gente las necesita.
Una persona
sin creencia tiene que ser muy, muy valiente.
Vivir
con creencia es vivir en lo desconocido, vivir sin creencia es una gran osadía.
Es algo que la gente corriente no se puede permitir. Con demasiada osadía entra
la angustia, se crea ansiedad. Esto es algo de lo que hay que tomar nota: la persona realmente
religiosa no tiene creencia. Tiene confianza, pero no creencia, y entre estas
dos cosas hay una enorme diferencia.
La creencia es
intelectual. Es algo que tú necesitas, por eso la tienes. Existe porque tú no
puedes vivir sin ella. La creencia te da un sustento con el que vivir; te da
cierto significado, falso no obstante; te da un cierto estilo de vida, una
forma de moverse, una dirección. Te hace sentir que estás en la autopista, no
perdido en el bosque. La creencia te da cierta comodidad, hay más creyentes
como tú; te haces parte de la masa. Y entonces no necesitas pensar por ti mismo, entonces ya
no eres responsable de tu propio ser ni de lo que haces. Entonces puedes pasar
la responsabilidad a la masa.
Un individuo
hindú nunca es tan malo como una masa hindú. Un individuo mahometano nunca es
tan malo como una masa mahometana. ¿Qué ocurre? Los individuos no son
malos, las masas son dementes; porque, en una masa, nadie se siente responsable. En masa
puedes cometer un asesinato fácilmente, porque sabes que quien lo está
cometiendo es la masa y tú simplemente eres una gota en ella. Tú no eres el
factor decisivo, así que no eres responsable. Como individuo, solo, sí sientes
la responsabilidad. Si haces algo malo, te sentirás culpable. Yo he observado
que los pecados siempre se cometen a través de las masas, ningún individuo como
tal es nunca el pecador. Y a los individuos, aunque hagan algo malo, se les
puede apartar fácilmente; pero a las masas es imposible, porque las masas no
tienen almas, no tienen un centro. ¿A quién apelar?
Y
de hecho la masa es responsable de todo lo que pasa en el mundo; son el diablo,
las fuerzas del mal. El diablo son las naciones; la fuerza del mal son las comunidades
religiosas. La creencia te hace una parte de una masa mayor que tú, y cuando
formas parte de algo más grande que tú, de una nación –India, o Estados Unidos,
o Inglaterra-, te invade una sensación de euforia. Entonces ya no eres un
minúsculo ser humano. Te invade una gran energía y te sientes eufórico. Por
eso, cuando un país está en guerra, la gente se siente muy eufórica, extática.
De repente su vida tiene un sentido; existen para el país, para la religión,
para la civilización; ahora tienen una meta que alcanzar, un tesoro que
proteger. Ahora ya no son gente corriente, tienen una gran misión. La creencia es el
puente entre el individuo y la masa.
La
confianza es algo completamente diferente. La confianza no es un concepto
intelectual. La
confianza es una cualidad del corazón, no de la cabeza. La creencia
es un puente entre el individuo y la masa, y la confianza es un puente entre el
individuo y el cosmos. La confianza siempre es en Dios, y cuando digo “Dios”, no me
estoy refiriendo a ninguna creencia en Dios. Cuando digo Dios, simplemente me
estoy refiriendo al todo.
La
confianza es la profunda comprensión de que tú solo eres una parte, una nota en
una gran sinfonía, una pequeña ola en el océano. Confianza significa que tienes
que seguir al todo, fluir con el todo, estar en armonía con el todo. Confianza significa:
yo no estoy aquí como enemigo, yo no estoy aquí para luchar; estoy aquí para
disfrutar de la oportunidad que me ha sido dada; estoy aquí para ser agradecido
y celebrar. La confianza no es una doctrina: no necesitas ser hindú, no
necesitas ser mahometano, no necesitas ser jaina o sij. La confianza es un
compromiso entre el individuo y el todo. La confianza te hace
religioso –no hindú, no mahometano, no cristiano-, simplemente religioso. La
confianza no tiene nombre. La creencia te hace hindú, o mahometano, o
cristiano. La creencia sí tiene nombres, millones de nombres; existen miles de
creencias, puedes elegir. La confianza solo tiene una cualidad: la cualidad de
rendirse al todo; la cualidad de moverse a ritmo con el todo; la cualidad de no
imponer al todo que te siga, sino simplemente dejarte llevar con el todo. La
confianza es una transformación; la confianza es algo que tiene que ser ganado;
la creencia es algo dado por nacimiento. Nadie nace en confianza, todo el mundo nace en creencia:
hindú, o jaina, o budista. La creencia es dada por la sociedad, porque la
creencia es el puente entre tú y la sociedad.
La
sociedad tiene miedo de que, si no te da una creencia, puedas volverte rebelde.
En efecto, eso es lo que ocurrirá, te volverás rebelde, y la sociedad no quiere
que eso ocurra, no puede permitírselo. La sociedad, antes de que te des cuenta,
te da profundas creencias. Entran en tu sangre; el veneno de la creencia entra en
tu ser con la leche de tu madre. Cuando quieres darte cuenta de lo que ha
ocurrido ya eres hindú, o mahometano, o cristiano. Ya tienes la camisa de
fuerza: estás aprisionado.
Y
es muy difícil salir de ella porque se mete en tu inconsciente, se convierte en
tus propios cimientos. Aunque te salgas de ella, aunque vayas en contra de
ella, se mantendrá en los cimientos, porque es muy difícil purificar el
inconsciente. Es algo que no puedes hacer conscientemente.
Osho
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