Desde cierto punto de vista, la mente es como las olas: una perturbación.
Cuando el mar está en calma, tranquilo, sin perturbaciones, no hay olas. Cuando
el océano es perturbado
por las mareas o por un viento fuerte, cuando se forman olas
enormes y toda la superficie es un caos, entonces, desde cierto punto de vista,
la mente existe. Todo esto son metáforas para
ayudarte a comprender cierta cualidad interior que no se
puede explicar con palabras. Estas metáforas son poéticas. Si intentas
comprenderlas con simpatía, adquirirás un conocimiento, pero si intentas
comprenderlas lógicamente, no entenderás nada. Son metáforas.
La mente es
una perturbación de la conciencia, como las olas son una perturbación del mar. Algo ajeno ha intervenido: el viento. Algo procedente del
exterior le ha ocurrido al mar, o a la conciencia -los pensamientos o el
viento-, y se produce el caos. Pero el caos siempre está en la superficie. Las
olas siempre están en la superficie. En las profundidades no hay oleaje; no
puede haberlo, porque el viento no puede penetrar en las profundidades.
Así pues, todo ocurre en la superficie. Si te desplazas hacia dentro,
adquieres control. Si te desplazas desde la superficie hacia dentro,
llegas al centro. De pronto, aunque la superficie esté perturbada, tú ya no
estás perturbado.
Toda la
ciencia de la meditación consiste simplemente en centrarse, en moverse hacia el
centro, echar raíces allí, quedarse a vivir allí. Y desde allí, toda la
perspectiva cambia. Ahora, aunque haya olas, no pueden
alcanzarte. Y ahora puedes darte cuenta de que no te pertenecen a ti, que solo
hay un conflicto en la superficie con algo ajeno.
Y cuando miras desde el centro, el conflicto acaba por
desaparecer. Poco a poco te relajas. Poco a poco vas aceptando que,
desde luego, sopla un viento muy fuerte y se van a formar olas, pero a ti eso
no te preocupa, y cuando no estás preocupado puedes disfrutar hasta de las
olas. No tienen nada de malo.
El problema surge cuando también tú estás en la
superficie. Estás en una barquita en la superficie, y empieza a soplar un
viento fuerte y la marea está alta y todo el mar enloquece. Naturalmente, te
preocupas, te mueres de miedo. Estás en peligro; en cualquier momento, las olas
pueden volcar tu barquita; en cualquier momento puede presentarse la muerte.
¿Qué puedes hacer tú, con tu barquita? ¿Cómo vas a poder controlar nada? Si te pones
a luchar con la olas, serás derrotado. Luchar no sirve de nada; tienes que
aceptar las
olas. De hecho, si eres capaz de aceptar las olas y dejas
que tu barquita, por pequeña que sea, se mueva con ellas y no contra ellas,
entonces no hay peligro. Las olas están ahí; tú simplemente te dejas llevar. Tú
simplemente te mueves con ellas, no contra ellas. Te conviertes en parte de
ellas. Entonces surge una enorme felicidad.
Osho
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