Primero tienes que llegar a estar vacío, absolutamente vacío. Pero sin
aferrarte a esa vacuidad; de lo contrario, tu vida nunca conocerá la expresión
positiva de la Religión. A tu vida le faltará la
poesía, la alegría de compartir. Permanecerás vacío. Tendrás una especie de libertad, pero tu libertad será sólo una libertad de,
no será una libertad para. Y a no ser que la libertad sea ambas, libertad de y libertad para, algo falta, algo se echa de menos; tu libertad será pobre. Ser tan sólo libre de
es una clase de libertad pobre.
La verdadera
libertad empieza cuando eres libre para.
Entonces puedes cantar, puedes bailar y puedes celebrar y tu energía puede
rebosar. Eso es la compasión amorosa.
El hombre
vive en la pasión. Cuando la mente
desaparece, la pasión se transforma en compasión. Pasión significa que eres un
pordiosero ¡con tu cuenco de mendigar! Estás pidiendo y pidiendo más y más a
todo el mundo; estás explotando a los demás. Tus relaciones no son otra cosa que
explotación, engaños astutos para poseer al otro, hábiles estrategias para dominar. Cuando vives en la mente, en la
pasión, tu vida entera es una política de fuerza. Incluso tu amor,
incluso tu servicio social, incluso tus trabajos humanitarios, no son sino
política de fuerza. En lo profundo existe el deseo de ejercer tu poder sobre los
demás.
Cuando se
deja la mente, esa misma energía se vuelve compasión amorosa. Y se convierte en algo completamente diferente. Ya no es mendigar. Te
conviertes en un emperador. Empiezas a dar. Ahora tienes algo, siempre lo has
tenido, pero a causa de la mente no eras consciente de ello. La mente funcionaba como una oscuridad envolvente y no eras consciente
de tu luz interior. La mente estaba creando la ilusión de que eras un mendigo,
cuando siempre has sido un emperador. La mente estaba creando un sueño. En
realidad nunca necesitaste nada. Todo se te había dado ya. Todo lo que
necesitas y todo lo que puedas necesitar ya estaba ahí.
Dios está
dentro de ti, pero a causa de la mente... Mente significa, soñar, desear. Nunca
miras hacia dentro, te diriges apresurado hacia afuera. Te mantienes a ti mismo
en un segundo plano, tus ojos miran hacia el exterior, se han quedado enfocados
ahí. La mente es eso: tener los ojos enfocados hacia el exterior.
Y uno tiene que aprender cómo retirar el foco de ahí, a que los ojos
se distiendan, a que se vuelvan menos rígidos, más fluidos. Para que puedan
mirar hacia dentro. Una vez que has visto quién eres, el mendigo desaparece; de
hecho, nunca ha existido, se trataba de un sueño, de una idea.
La mente te
crea todos los sufrimientos. Cuando la mente se va, los sufrimientos se van, y
de repente te encuentras lleno de energía. Y la energía necesita expresión, quiere
compartirse, hacerse canción, baile,
celebración. Comienzas a compartir: ésa es la compasión.
Osho
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