lunes, 11 de noviembre de 2013

Al principio y al final hay que hacer dos cosas


Con «principio» se quiere indicar la mañana; con «final», la noche. Por la mañana recuerda una cosa —dice Atisha—: que un nuevo día, una nueva oportunidad, te ha sido concedida de nuevo. Siéntete agradecido. La existencia es tan generosa... Has desperdiciado tantos días... Y se te ha concedido un día de nuevo. ¡La existencia tiene puestas en ti tantas esperanzas...! has estado desperdiciando y desperdiciando, sin hacer nada. Has desperdiciado tantas valiosas oportunidades... y tiempo y energía; pero la existencia todavía tiene esperanzas. Se te concede un día más.

Atisha dice: por la mañana recuerda, es un nuevo día, un nuevo comienzo. En lo profundo de tu corazón toma la decisión de que «hoy no voy a malgastar esta oportunidad. ¡Basta ya! Hoy voy a ser consciente, hoy voy a estar alerta, hoy voy a dedicar tanta energía como sea posible a una sola causa, la causa de la meditación. Meditaré en todos mis actos. Realizaré mis actividades, las actividades normales diarias, pero con una nueva cualidad: les aportaré la cualidad de la conciencia». Da la bienvenida al nuevo día. Siéntete agradecido, feliz de que la existencia todavía confíe en ti. Todavía hay una posibilidad, la transformación puede suceder todavía. Empieza el día completamente decidido.

Y por la noche siéntete de nuevo agradecido de que se te haya concedido este día. Y siente gratitud por todo lo que ha sucedido, por lo bueno y por lo malo, por la felicidad y por la infelicidad; porque todos esos acontecimientos son tus maestros. Todo es una oportunidad. Tomado correctamente, todo momento es una ayuda en el camino. El fracaso ayuda a crear conciencia tanto como el éxito; a veces, de hecho, el fracaso ayuda a crear más conciencia que él éxito. El éxito hace que te duermas. Con la felicidad la gente se olvida; con la felicidad nadie se acuerda de Dios. Con la infelicidad, de repente, viene el recuerdo.

El hombre que es capaz de recordar, incluso cuando es feliz, es un hombre afortunado. ¡Afortunado el hombre que es capaz de recordar cuando todo va bien y sin problemas! Cuando la mar está brava, todo el mundo se acuerda de Dios; eso no tiene nada de particular, eso es simplemente a causa del miedo.

En una ocasión sucedió que un barco con muchos peregrinos surcaba los mares en dirección a La Meca. Iban de peregrinaje. Y estaban sorprendidos por una cosa: todos eran peregrinos que se dirigían al lugar más sagrado, todos rezaban cada día las cinco oraciones prescritas para los mahometanos; todos, excepto un místico sufí. Pero el místico irradiaba tanta alegría, que nadie se atrevía a preguntarle el porqué de su conducta.

Y un día que la mar estaba muy embravecida el capitán dijo:
—Todo parece indicar que no hay posibilidad de salvarse; así que, por favor, rezad vuestra última oración, el barco se hunde.

Y todo el mundo se puso a rezar, excepto el místico sufí. Esto ahora ya no se podía transigir. Entre todos le rodearon. Estaban llenos de ira y dijeron:
—Tú eres un hombre de Dios. Te hemos observado y nunca has rezado. Pero por respeto, porque te tenemos por hombre santo, no hemos dicho nada. Sin embargo, ahora esto es intolerable. El barco se está hundiendo y tú eres un hombre de Dios; si rezas, tu plegaria será escuchada. ¿Por qué no rezas?
El místico dijo:
—Si rezas por miedo, es que no has comprendido nada; por eso yo no rezo.
Y la gente le respondió:
—Entonces, ¿por qué no rezabas cuando no había razón para tener miedo?
El místico dijo:
—Yo vivo en oración, así que no puedo orar. Sólo aquellos que no viven en oración pueden orar. Pero ¿qué sentido tiene su plegaria? ¡Rituales vacíos! Yo vivo en oración; de hecho, yo soy oración. Cada momento es una oración.

Oración es la palabra sufí que designa la misma cualidad que Atisha llama conciencia.
Así que por la noche da gracias de nuevo, dale las gracias a la existencia entera. 

Osho

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