En una ocasión vino a verme un
monje jainista. Y me preguntó:
—¿Es real el Infierno? ¿Existe de verdad el
Infierno? En lugar de responderle, le pregunté:
—¿Y dónde crees tú que estás viviendo?
El hombre vive en el Infierno, porque el hombre está
al revés. No necesitas ir a ningún estúpido profesor de yoga para aprender la
postura cabeza abajo, porque ya la estás practicando. Todo está trastornado. Te
han estado aturdiendo durante siglos; y en tu interior, en lugar de crearse un cosmos, se ha creado un caos. Eres una especie
de locura. Todo lo que piensas que es normal no es normal en absoluto. Te
parece normal porque has estado viviendo con gente desde tu niñez, y has
comenzado a pensar que ésa es la única gente que existe, y que por
consiguiente, debe ser gente normal.
Es como si alguien hubiera nacido en un manicomio y
desde el principio sólo hubiera conocido a gente loca. Pensará que se trata de
gente normal. De hecho, si alguna vez se encuentra a una persona que esté en su sano juicio se quedará
perplejo, no podrá dar crédito a sus ojos. Pensará que esa persona se ha
vuelto loca.
El hombre es un caos. Deja que esta idea penetre
profundamente en tu corazón, porque sólo entonces surge el deseo de crear un
cosmos a partir de ese caos.
En el momento en que te das cuenta de que estás
cabeza abajo, sucede algo muy importante. Ahora ya no puedes seguir cabeza
abajo: tienes que hacer algo, es inevitable. Tienes que actuar. Y ese mismo
actuar se convierte en Religión.
La Religión está en contra de la sociedad, porque la
sociedad se nutre de la llamada «locura normal» de la gente. La sociedad quiere
que sus miembros sean anormales, sólo así pueden ser explotados, sólo así
pueden ser reducidos a máquinas, sólo así pueden ser convertidos en esclavos...
y lo son de buena gana, sin provocar ninguna revuelta.
Durante miles de años el hombre ha vivido preso. A
esas prisiones les han puesto bellos nombres; les llaman iglesias, religiones,
ideologías. Hay quien vive en la prisión católica y hay quien vive en la
comunista; y todos alardean de que su prisión es mucho mejor.
Cualquiera que viva de acuerdo a una ideología es un
prisionero porque toda ideología hace que tu conciencia sea más estrecha, toda
ideología se convierte en cadenas para tu ser.
El que pertenece a un grupo —porque tiene miedo,
porque ha recibido un condicionamiento,
porque ha entrado en una especie de hipnosis— no es un hombre de verdad,
no ha nacido todavía.
La oportunidad le ha sido dada, pero la está
desperdiciando.
Te han enseñado valores que no
son valores de verdad; te han enseñado
cosas que básicamente son venenos. Por ejemplo, te han enseñado a no amarte a
ti mismo. Y te lo han repetido tantas veces, que
la cuestión parece ser un simple hecho, una verdad. Pero un hombre que es
incapaz de amarse a sí mismo será incapaz de amar a ningún otro. El hombre que
no puede amarse a sí mismo no puede amar en absoluto.
Te han enseñado a ser altruista y a nunca ser
egoísta. Y la cosa aparenta ser muy hermosa,
pero sólo lo aparenta. En realidad, esa enseñanza está destrozando tus
raíces.
Sólo una persona verdaderamente egoísta puede ser
altruista; uno que no está enraizado en sí mismo, que no es egoísta, tampoco
tiene interés en ningún otro. Si no puede quererse a sí mismo, ¿cómo va a
querer a otro?
Una persona así es un suicida; naturalmente, se
convertirá en homicida.
Tu sociedad entera, hasta ahora, ha sido una
sociedad de asesinos. Unos cuantos cometen suicidio, se hacen santos; algunos
más se dedican a cometer asesinatos, llegan a ser grandes políticos, grandes
líderes: Genghis Khan, Hadir Shah, Tamerlán, Alejandro Magno, Napoleón, Adolf
Hitler, Stalin, Mao. Pero los dos tipos de personas son neuróticos, los dos
están enfermos.
Osho
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