lunes, 4 de noviembre de 2013

La mente tiende a discutir los defectos de los demás.

No discutas defectos

Eso ayuda al ego a sentirse bien. Todo el mundo es un gran pecador. Si todo el mundo es un gran pecador, comparativamente uno se siente como un santo. Si todo el mundo está haciendo el mal, uno se consuela con que: «Al menos yo no estoy haciendo tanto mal.»

Por eso la gente habla de los defectos de los demás, no sólo hablan de ellos, sino que los magnifican. Por eso se disfruta tanto al murmurar. Cuando la murmuración pasa de uno a otro se enriquece. Y cuando venga de vuelta traerá algo añadido. Por la tarde, si llega a tus oídos el chisme que iniciaste por la mañana, te sorprenderás. Por la mañana era tan sólo un montoncito de tierra, ahora es una montaña.

La gente es muy creativa, verdaderamente creativa e inventiva.
¿Por qué la gente tiene tanto interés en murmurar sobre los demás, en encontrar faltas en los demás, en mirar a las imperfecciones y defectos de los demás? ¿Por qué la gente está constantemente intentando mirar por el ojo de la cerradura de los demás? La razón es: el hacerlo les ayuda a sentirse mejor con ellos mismos. Se vuelven fisgones, sólo para sentirse bien: «Yo soy mucho mejor.» Hay un motivo, y el motivo no es ayudar a los demás. No es eso. Digan lo que digan y a pesar de lo que digan. La razón básica es: «Si los otros son muy feos, entonces yo soy hermoso.» Siguen la ley de la relatividad de Albert Einstein.

Me contaron que Mulla Nasruddin se encontraba en un hotel y recibió un telegrama: debía volver urgentemente a casa.

Comenzó a darse prisa para no perder el tren y se dirigió a la calle disparado. Pero cuando llegó a la planta baja y miró a su equipaje se dio cuenta de que le faltaba el paraguas. Ahora tenía que subir de nuevo a la habitación.

Cuando pudo llegar al decimocuarto piso vio que su habitación ya había sido entregada a otras personas: una pareja de recién casados.

Aunque Mulla tenía prisa y arriesgaba perder el tren si se demoraba, la tentación era grande.

Miró por el ojo de la cerradura para ver qué estaba sucediendo dentro.

Una pareja de recién casados...
Ellos también tenían prisa, ya habían esperado demasiado; la ceremonia nupcial, la iglesia, los invitados y todo lo demás.

Finalmente, habían conseguido liberarse de todo y de todos, y ahora estaban desnudos, tumbados en la cama, diciéndose cosas dulces. El le estaba diciendo a ella:

—Tienes unos ojos tan hermosos... ¡Nunca he visto unos ojos tan bellos! ¿De quién son esos ojitos?
Y ella le respondía:
—¡Tuyos, tuyos y sólo tuyos!
Y así sucesivamente...
—Estas bellas manos, estos pechos hermosos, y esto y lo demás allá —la lista seguía y seguía. Y Mulla se había olvidado completamente del tren y del taxi que le estaba esperando abajo. Pero de repente se acordó del paraguas.
Y la lista estaba a punto de completarse, así que Mulla dijo:
—¡Espera! Cuando llegues al paraguas amarillo, ése es mío.

La gente hace muchas cosas inconscientemente. Si se volvieran conscientes, dejarían de hacerlas.

Osho

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