No
discutas defectos
Eso ayuda al ego a sentirse bien. Todo el mundo es un gran pecador. Si
todo el mundo es un gran pecador, comparativamente uno se siente como un santo.
Si todo el mundo está haciendo el mal, uno se consuela con que: «Al menos yo no
estoy haciendo tanto mal.»
Por eso la gente habla de los defectos de los demás,
no sólo hablan de ellos, sino que los magnifican. Por eso se disfruta tanto al
murmurar. Cuando la murmuración pasa de uno a otro se enriquece. Y cuando venga
de vuelta traerá algo añadido. Por la tarde, si llega a tus oídos el chisme que
iniciaste por la mañana, te sorprenderás. Por la mañana era tan sólo un
montoncito de tierra, ahora es una montaña.
La gente es muy creativa, verdaderamente creativa e
inventiva.
¿Por qué la gente tiene tanto interés en murmurar
sobre los demás, en encontrar faltas en los demás, en mirar a las
imperfecciones y defectos de los demás? ¿Por qué la gente está constantemente
intentando mirar por el ojo de la cerradura de los demás? La razón es: el
hacerlo les ayuda a sentirse mejor con ellos mismos. Se vuelven fisgones, sólo
para sentirse bien: «Yo soy mucho mejor.» Hay
un motivo, y el motivo no es ayudar a los demás. No es eso. Digan lo que
digan y a pesar de lo que digan. La razón básica es: «Si los otros son muy feos, entonces yo soy hermoso.» Siguen la ley de
la relatividad de Albert Einstein.
Me contaron que Mulla Nasruddin se encontraba en un
hotel y recibió un telegrama: debía volver urgentemente a casa.
Comenzó a darse prisa para no
perder el tren y se dirigió a la calle
disparado. Pero cuando llegó a la planta baja y miró a su equipaje se dio cuenta de que le faltaba el paraguas.
Ahora tenía que subir de nuevo a la habitación.
Cuando pudo llegar al decimocuarto piso vio que su
habitación ya había sido entregada a otras personas: una pareja de recién
casados.
Aunque Mulla tenía prisa y arriesgaba perder el tren
si se demoraba, la tentación era grande.
Miró por el ojo de la cerradura para ver qué estaba
sucediendo dentro.
Una pareja de recién casados...
Ellos también tenían prisa, ya habían esperado
demasiado; la ceremonia nupcial, la iglesia, los invitados y todo lo demás.
Finalmente, habían conseguido liberarse de todo y de
todos, y ahora estaban desnudos, tumbados en la cama, diciéndose cosas dulces.
El le estaba diciendo a ella:
—Tienes unos ojos tan hermosos... ¡Nunca he visto
unos ojos tan bellos! ¿De quién son esos ojitos?
Y ella le respondía:
—¡Tuyos, tuyos y sólo tuyos!
Y así sucesivamente...
—Estas bellas manos, estos pechos hermosos, y esto y
lo demás allá —la lista seguía y seguía. Y Mulla se había olvidado
completamente del tren y del taxi que le estaba esperando abajo. Pero de
repente se acordó del paraguas.
Y la lista estaba a punto de completarse, así que
Mulla dijo:
—¡Espera! Cuando llegues al paraguas amarillo, ése
es mío.
La
gente hace muchas cosas inconscientemente. Si se volvieran conscientes,
dejarían de hacerlas.
Osho
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